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Grandes momentos en familia

Por Nancy Di Perna
¡Hay que contagiarse!
En la actualidad, “contagio” es una de las palabras más utilizada en nuestra cotidianeidad, es por eso que en este artículo los invito a utilizarla en positivo. Contagiar significa: “transmitir una idea, un sentimiento o una actitud de una persona a otra”.
¿Qué podemos hacer para contagiarnos y que sea bien visto en los tiempos que corren? La lectura es una actividad para contagiar entre los miembros de la familia y el placer por ella se construye con la práctica diaria hasta lograr el hábito. Ya lo decía Aristóteles “El alma del discípulo, como tierra que ha de nutrir la semilla, debe primero ser cultivada por los hábitos”.
En estos tiempos pasamos muchas horas frente a las pantallas para cumplir con nuestras obligaciones (laborales y/o estudio) mas el tiempo que destinamos a comunicación y esparcimiento, necesitamos destinar tiempo de nuestra rutina para volver a la lectura en papel ya sea de libros, revistas, diarios volver a lo tradicional. La lectura es positiva para la creatividad y la imaginación, también es una herramienta fundamental para el diálogo entre los miembros de la familia creando puentes que permite el intercambio de sentimientos y emociones, que a veces nos cuesta expresar.
La lectura es una actividad que permite practicar de manera individual, y hay libros que permiten una experiencia colectiva. Para fomentar la lectura en un ambiente familiar, antes de elegir libros, es importante tener en cuenta algunas cuestiones como elegir el momento y el lugar. Poder acordar un tiempo de lectura y que se sostenga con sistematicidad contribuye a crear el hábito. Se debe incorporar teniendo en cuenta el conjunto de actividades de la rutina. Con respecto al espacio, una forma de motivar el encuentro es crear un rincón de lectura que sea divertido y cómodo donde entren todos y los materiales de lectura estén disponibles al alcance. Tal vez un poco de música de fondo para darle al ambiente un toque especial.
El área literaria ofrece una variedad de propuestas prácticas para estimular la imaginación, esta semana nos vamos a dedicar a los microcuentos, son un estilo de escritura que relata una historia mínima de forma condensada, necesitan pocas palabras. Su estructura, como todas las historias tiene introducción, nudo y desenlace. La escritura de un microcuento es, un ejercicio de precisión en el modo de contar y el uso del lenguaje, el secreto es lograr una buena selección de las palabras a utilizar que sean descriptivas. Adicionalmente, el título tiene una especial participación ya que añade información extra y forma parte esencial de la historia. Otra característica, es que participan pocos personajes, siendo dos lo máximo. A pesar de la reducida extensión puede contar grandes historias con gran impacto y significado.
A continuación, les voy a compartir cinco microcuentos de Augusto Monterroso, que fue el gran dominador de la escritura breve. Logró impactar con varias obras de escasas palabras e incluso el microcuento más corto conocido con solo siete palabras.
¡Les deseo una buena lectura!
  1. La tortuga y Aquiles
Por fin, según el cable, la semana pasada la tortuga llegó a la meta.
En rueda de prensa declaró modestamente que siempre temió perder, pues su contrincante le pisó todo el tiempo los talones.
En efecto, una diezmiltrillonésima de segundo después, como una flecha y maldiciendo a Zenón de Elea, llegó Aquiles.
  1. La fe y las montañas
Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.
  1. El perro que deseaba ser un ser humano
En la casa de un rico mercader de la Ciudad de México, rodeado de comodidades y de toda clase de máquinas, vivía no hace mucho tiempo un Perro al que se le había metido en la cabeza convertirse en un ser humano, y trabajaba con ahínco en esto.
Al cabo de varios años, y después de persistentes esfuerzos sobre sí mismo, caminaba con facilidad en dos patas y a veces sentía que estaba ya a punto de ser un hombre, excepto por el hecho de que no mordía, movía la cola cuando encontraba a algún conocido, daba tres vueltas antes de acostarse, salivaba cuando oía las campanas de la iglesia, y por las noches se subía a una barda a gemir viendo largamente a la luna.
  1. El fabulista y sus críticos
En la Selva vivía hace mucho tiempo un Fabulista cuyos criticados se reunieron un día y lo visitaron para quejarse de él (fingiendo alegremente que no hablaban por ellos sino por otros), sobre la base de que sus críticas no nacían de la buena intención sino del odio.
Como él estuvo de acuerdo, ellos se retiraron corridos, como la vez que la Cigarra se decidió y dijo a la Hormiga todo lo que tenía que decirle.
  1. El dinosaurio
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Esta historia continuará…
Si te interesó este artículo te recomiendo que leas uno anterior que abordamos el área literaria por medio de un cuento de Gabriel García Márquez, te dejo el link (newsletter nº 5: “Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor”).
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