Por José Selles-Martínez
El deporte femenino en Grecia
Más allá de su presencia en los mitos (Artemisa, Atalanta y Cirene, entre otras), la participación real de las mujeres griegas en actividades deportivas parece haber sido más esporádica y relacionada más estrechamente con el culto religioso y los ritos de iniciación que en el caso de los hombres, quienes frecuentemente se dedicaban a la práctica del deporte de forma sistemática y hasta profesional. Es así que, ya en la época minoica, aparecen representaciones de mujeres realizando alguna actividad deportiva y, sobre todo, participando en los saltos del toro. En la Odisea Homero describe a mujeres practicando juegos de pelota y en Delfos se ha encontrado una inscripción en la cual un tal Hermesianacte dedica a Apolo un monumento en honor de sus tres hijas: Trifosa, vencedora en las carreras pedestres de los Juegos Píticos e Ítsmicos; Hedea vencedora en los Juegos Ítsmicos en las carreras de carros armados y en los Juegos Nemeos en la carrera pedestre y Dionisia, vencedora en la carrera pedestre en los Juegos de Asclepio. Es casi seguro que en estos casos no se trata de competiciones mixtas sino que varones y mujeres competían entre sí por separado. En épocas tardías algunas mujeres se habrían desempeñado como “gimnasiarcas”, cargo equivalente al actual Concejal de Deportes de una ciudad. El entrenamiento deportivo femenino, por otra parte, no fue similar en toda Grecia, en ciudades como Atenas no estaba bien visto, mientras que era parte de la educación habitual de las niñas y mujeres en Esparta.
Los juegos Héreos
En el siglo II DC Pausanias escribe una obra en 10 tomos denominada “Descripción de Grecia” en la que incluye historias y descripciones de lugares y de costumbres, en muchos casos referidas a siglos muy anteriores a la época en que él vivió. Es él quien describe los que parecen haber sido los únicos “Juegos Olímpicos” femeninos de la antigüedad. Estos juegos, llamados “Héreos” porque tenían lugar en el santuario de Hera (esposa de Zeus) en la ciudad de Olimpia, se realizaban también cada cuatro años y parecen haberse iniciado hacia el 580 AC y, como casi todo en la Grecia antigua, reconocían una fundación mítica y otra histórica. La primera hace referencia al agradecimiento de Hipodamia hacia Hera por su casamiento con Pélope, la segunda, que habrían sido organizados por un grupo de 16 mujeres (una por cada ciudad de la Élide) que iniciaron la tradición de tejer un peplo para la diosa. Según Pausanias, estas 16 mujeres repetían cada cuatro años la ceremonia del tejido y la convocatoria a los juegos, que consistían en una carrera para muchachas, agrupadas por rangos de edades. Corrían con el cabello suelto y una túnica (quitón) corta y con el pecho derecho descubierto. Las carreras se realizaban en el estadio olímpico pero la distancia a recorrer era mucho más reducida que en las carreras de hombres. Las triunfadoras recibían el título de “crisóphoros” (portadoras del oro) y coronas de olivo (en ocasiones ramas de palma) y también una parte de la vaca que había sido sacrificada a la diosa Hera.Una polémica abierta en los Juegos Olímpicos: ¿Ganó ella o ganaron sus caballos?
En los Juegos Olímpicos de la antigüedad, si bien las mujeres no podían participar (ni siquiera presenciarlos, salvo la sacerdotisa de la diosa Démeter) sí podían, cuando su capacidad económica y su interés lo permitían, inscribir sus carros y caballos en las carreras que tenían lugar en el Hipódromo. Como en esas carreras el ganador era el propietario del carro y no el auriga, se dio el caso de que algunas mujeres aparezcan en los registros como vencedoras. La primera de ellas habría sido Cinisca, princesa espartana que en el año 396 AC inscribió su cuadriga en los Juegos y resultó triunfadora, haciendo grabar en el pedestal de una estatua hoy perdida una frase que dice: “Reyes de Esparta, mis padres y hermanos, con el carro de caballos de rápidas patas ha vencido Cinisca y ha erigido esta estatua. Y afirmo que yo sola entre las mujeres de toda Grecia he obtenido esta corona”. La expresión “resultó triunfadora” se refiere por lo tanto a su cuadriga, de la que no era ella el auriga, sino un varón. La cuadriga de Cinisca, volvió a triunfar en el 392 AC, y más tarde, siempre en carreras de caballos lo hicieron, Eurileónide en 368 AC., Belistica en 268 AC y 264 AC, las hermanas Timareta y Teódota en 84 AC y Casia Mnasítea, en 153 DC. Según Plutarco habría sido Agesilao (rey de Esparta) quien animó a Cinisca a participar en los Juegos Olímpicos “con la intención de demostrar a los griegos que el triunfo (en una prueba hípica) no requería ningún talento, sino únicamente ser rico y estar dispuesto a gastarse el dinero”, por lo que hasta una mujer podía obtener la victoria en este tipo de disciplinas. Podría ser que el juicio de Plutarco fuera un poco excesivo y que, en realidad, lo que Agesilao pudo haber querido demostrar era que el mérito de la victoria no radicaba en el dueño del carro y el tiro, sino en la capacidad del auriga y la potencia de los caballos.
Las mujeres griegas (no) inventaron la pelota
En el “Banquete de los eruditos” escrito en Roma a principios del siglo III DC por Ateneo de Náucratis se cuenta que la sabia Agálide de Corcira atribuía a la princesa Nausicaa, quién es descripta en la Ilíada participando en un juego con otras mujeres, la invención de la pelota… pero los frescos egipcios de Beni Hassam, pintados más de 1.500 años antes que naciera Nausicaa (si realmente existió), evidencian que la pelota era ya un objeto muy antiguo al momento en que Homero sitúa la escena.
(*) José Sellés-Martínez es español, Doctor en Geología, Docente de la Universidad de Buenos Aires y socio de la YMCA desde 2016, así como miembro de su Club de Embajadores.