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Frases con historia

Por Luis Zamar

Quien no habrá escuchado o inclusive haber dicho,  “Andar de capa caída”, “Cabeza de turco”, “Pisar el palito”, etc. y aun teniendo pleno conocimiento de su significado popular,  haberse preguntado “¿de dónde salió este dicho?”. Bueno, estuvimos investigando en diversos sitios web y en algunas publicaciones literarias (especialmente “3000 historias y palabras” de Héctor Zimmerman, con el fin de averiguarlo. Para nuestra sorpresa, la mayoría de ellos, por no decir casi todos,  han atravesado siglos y países adaptándose, en mayor o menor medida, a la interpretación de la cultural  local.  En nuestro país, cada provincia los fue incorporando. Algunos con pequeños “toques” lugareños y otros, de propia creación. Buenos Aires fue uno de ellos. Dicho esto, les proponemos comenzar a enterarnos paulatinamente, de los orígenes de  esos famosos dichos.

A troche y moche

Es una expresión española que proviene del lenguaje de leñadores, siendo su significado “hacer algo sin medida ni orden”. Trochar equivale a romper con violencia el tronco, tallo o ramas de una planta, especialmente un árbol. Mochar, es quitarle su parte superior dejándolo mocho. Ambas torpezas arruinan cualquier arboleda, por lo tanto la primitiva idea de entrar a hachar sin consideración, repartiendo golpes a diestro y siniestro, se extendió a cualquier acto que se hace en forma desmedida y sin tomar en cuenta su resultado.

Hacer algo por izquierda

Cuando se lleva a cabo un acto pasando por alto las normas legítimas vigentes, es común decir que se trata de algo hecho “por izquierda”. Tal vez por ser la mano inhábil de la mayoría de las personas, es sabido que la mano izquierda ha tenido siempre una valoración diferente respecto a su par derecha. Por esa misma razón ha quedado ligada a una serie de supersticiones. Para los griegos, por ejemplo, el vuelo de una bandada de pájaros a la izquierda de quien consultaba el cielo, constituía un pésimo augurio. Se suponía asimismo que ese era el lado favorito del diablo, por eso, quien derrama sal conjura los posibles males, arrojando un puñado sobre el hombro correspondiente al lugar del demonio. La palabra siniestro, heredada del latín, tomo en español el alcance de funesto. Como sustantivo, equivale a incendio o a otras catástrofes naturales. Tales connotaciones obligaron a buscar términos de reemplazo y el lenguaje  vascuence proporcionó dos: zurda e izquierda. Pero ni aun así, el lado del corazón pudo recobrar la inocencia: “hacer algo por izquierda” conlleva hoy entre nosotros, la idea de una trampa: exhibir la derecha, mientras con la otra se hace pasar de contrabando “algo ilegítimo”. 

Al divino botón

“Perder tiempo al divino botón” es una expresión común para los argentinos. Se aplica a lo que se hace o dice sin objeto definido, o sin resultado. Menos usual es una variante de la misma frase: “al santísimo botón” que también relaciona la botonería con lo místico y con la inutilidad de una acción (en italiano “butonelle”, son las cuentas del rosario. En francés  la frase “filer le chapelet”, desgranar el rosario, equivale a hablar mucho y sin sentido). Si la expresión nace de las cuentas del rosario, es posible que ésta viniera de alguien que perdió la fe, a fuerza de orar sin ser escuchado. Hoy día da lo mismo decir que obramos al santísimo o divino botón, para dar a entender que hicimos algo al cohete.

Al que quiera celeste, que le cueste

Quien desea obtener algo muy valioso, debe estar dispuesto a afrontar su precio, por cuantioso que este sea. La frase guarda relación con un mineral, el lapislázuli, que se extraía en escasos lugares de Oriente y que con él se fabricaba un hermoso color azul, muy resistente a la acción del tiempo (y que por su procedencia fue llamado “azul de ultramar”). La gran rareza del lapislázuli y su alto costo de transporte, hicieron que su valor se  comparara con el oro. Cuando los papas y los grandes señores del Renacimiento encargaban un cuadro, establecían por contrato cuanta pintura de oro y cuánta pintura de ultramar, llevaría la obra.

¿Y lo de celeste? Muy sencillo, pues en general al bello azul se lo mezclaba con el blanco, adquiriendo dicho color. De allí el origen de la expresión.

Pero esto no termina aquí, ya que existe también otra versión, relacionada con la acepción religiosa de la palabra “celeste”, equivalente a “celestial”. En tal sentido serían los sacrificios terrenales como precio a la gloria del Cielo. Ambas versiones, aunque con diferencias en los propósitos,  no se contradicen. 

Aquí hay gato encerrado

Muy común  de expresarse al sentir desconfianza, por un asunto que no parece del todo claro. El protagonista de la frase no es el felino conocido además como minino o micifuz, ya que en el Siglo de Oro español se llamaba también “gato” al ladrón, evocando su capacidad para moverse con sigilo, en forma ágil y furtiva. José Gobello (escritor y estudioso del habla popular Buenos Aires) decía “el gato es un ladrón que se desliza en los comercios sin ser advertido, aguardando la hora propicia para cometer el robo”.

Tiempo atrás, los bolsos y talegos se hacían con la piel de esos animales, de modo que, en la jerga de los delincuentes, también “gato” era el sitio en el que un individuo ocultaba el dinero que llevaba encima. Cuando la ocasión se daba, dicha palabra era usada por el ladrón como una especie de contraseña, para avisar a sus secuaces que había dinero para robar. La frase hoy se ha generalizado y se aplica a los  modos de actuar que nos resultan sospechosos, y que por no ser muy transparentes, nos hace pensar que el gato del engaño, podría estar haciendo su trabajo.

Para la próxima entrega, que les parece “Aramos dijo el mosquito”, ”Bajar los brazos”, “Cabeza de turco”, y varias más.                                                           

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