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Frases con historia

Por Luis Zamar

Hoy comenzamos con algunas frases bastante conocidas en la jerga popular de nuestro país, con la peculiaridad de hacer referencia a un alimento muy apreciado mundialmente: el pan. Si bien varias de ellas carecen del respaldo de su origen, lo cierto es que la deducción de su significado es de fácil comprensión.

A falta de pan, buenas son las tortas

Muchos lo confunden con la frase de Maria Antonieta (1755-1793), reina de Francia durante el siglo XVIII, cuando estaba a punto de estallar la Revolución Francesa y le dijeron que el pueblo quería pan... A lo que ella contestó lo que algunos traductores reprodujeron como "si no tiene pan… ¿por qué la gente no come tortas?". Pero, realmente, la reina se refería a "pasteles", dejando en evidencia su claro desconocimiento de los problemas del pueblo...

Por eso, el origen del refrán español realmente no hay que buscarlo ahí, sino que hay que remontarse aún más siglos atrás, cuando en momentos de penuria económica, ante la escasez de levadura, la gente se tenía que conformar muchas veces con comprar tortas, hechas sin levadura y menos sabrosas que el pan que deseaban. Y con ese significado de resignación, llegó hasta nuestros días: cuando algo no es posible, nos queda conformarnos con algo que lo sustituya.

Como pan caliente

Habitualmente la frase va acompañada de otras palabras: “salir como pan caliente” o “se vende como pan caliente”, para señalar que algo se hizo con velocidad, que funciona rápido o muy bien. Si hay un alimento clásico en la historia de la humanidad, ese es el pan, tanto que puede afirmarse que pan y alimento son sinónimos. La elaboración del pan precisa indispensablemente, que la masa sea calentada hasta conseguir el punto justo. Si el pan es rico y sabroso en general, cuando está recién hecho, cuando está recién salido del horno, resulta mucho más tentador. Por ello históricamente, el pan caliente sale o se vende con mayor rapidez. Llevado a nuestros días, se entiende que algo, por su interés, oportunidad y ventajas, cumplió su objetivo rápidamente.

Dios le da pan al que no tiene dientes

Con este refrán se censura a los que, teniendo los medios para algo, son incapaces de aprovecharlo y llevarlo a buen término. También se usa cuando alguien tiene alguna posesión y no sabe apreciarla, o la estima de una persona y no la corresponde; también cuando esa falta de aprovechamiento se da por falta de capacidad. Se suele usar con un matiz de cierta envidia, en el sentido de que quien habla, dando a entender que él mismo, sí que lo apreciaría. El pan hubo de caer en manos de quien no puede comerlo, o no tiene hambre.

Al pan, pan y al vino, vino

Este refrán propone una apuesta a la sinceridad y a la transparencia en los negocios, en las conversaciones y en general, en las relaciones humanas. Apunta a condenar los rodeos, las medias tintas, los subterfugios, las indirectas y cualquier otra forma que tienda a ocultar, disfrazar, o alterar los significados más evidentes. En otras palabras, sería llamar a las cosas por su nombre. Todos sabemos, siguiendo a la Real Academia Española, que el “preparado de masa de harina, por lo común de trigo y agua, y que se cocina en el horno y sirve de alimento”, sencillamente puede llamarse pan. Lo mismo ocurre con el “licor alcohólico que se hace del zumo exprimido y fermentado, derivado de las uvas”, o sea el vino.

El horno no está para bollos

Se trata de una de esas frases que se explican solas y otra de aquellas expresiones que involucran al pan. Para que la cocción de estos bollos fuese perfecta, hacía falta que el horno tuviese una temperatura específica, lo que hacía que no se pudiese cocinar o meter en cualquier momento, ya que no se garantizaba el éxito a la hora de elaborarlos. Alude a que una situación o una persona determinada, no admite más tensión de la que ya tiene acumulada. Cuando un horno se ha calentado demasiado no es recomendable colocar en su interior los bollos, pues la masa se quemará por fuera y el interior quedará crudo. Moraleja: es mejor esperar una ocasión mejor, cuando la temperatura ya haya disminuido.

Más vale tarde que nunca

Es un dicho popular que establece una comparación valorativa, entre la posibilidad de hacer o decir algo después de lo previsto o lo esperado, a la de no hacer, ni decir nada en absoluto. Se emplea para resaltar la importancia de hacer las cosas, aunque sea con retraso, frente a no hacerlas nunca.

El origen de la expresión se atribuye al filósofo antiguo Diógenes de Sínope, llamado “el Cínico”, quien, al ser interpelado sobre su tozudez de aprender solfeo en la vejez, respondiera que “más vale tarde que nunca”.

Pasemos ahora, a tres de las frases universales:

Esto es una jauja

Se ha discutido mucho acerca de la procedencia de este dicho. La mayoría coincide en que se refiere al valle peruano de Jauja. Esa comarca formó parte en tiempos de la Conquista, de muchas leyendas que los españoles situaron en el Nuevo Mundo. Tal es el caso de El Dorado, ciudad imaginaria empedrada de oro, que fue intensamente buscada en América durante más de medio siglo. Otro tanto ocurrió con la Fuente de Juvencia, y con las mitológicas amazonas del corazón del Brasil. El clima benigno del valle de Jauja y su prodigiosa vegetación, revivieron en los españoles la imagen del paraíso terrenal. A esa fantasía contribuyeron varios cronistas, uno de los cuales aseguró haber encontrado allí, un templo fabuloso con tesoros imposibles de imaginar. La expresión “esto es Jauja”, solemos decirla cuando estamos ante una situación de satisfacción o nos encontramos en algún lugar placenteramente, sin preocupación alguna y obteniendo prosperidad sin esfuerzo. Puede que también tengamos algún recuerdo de nuestra madre o nuestra abuela regañándonos por no hacer las tareas que nos tocaba, y diciendo: "Vos qué te crees, que esto es Jauja".

Eureka

Esta exclamación, que en griego significa ¡lo encontré!, se ha hecho proverbial gracias a una historia atribuida a Arquímedes (nacido en Siracusa en el año 287 A.C).

El rey Hierón de Siracusa, al recibir una corona encargada a un orfebre, quiso saber si el hombre había sustituido por plata, una parte del oro que le había entregado. Confió el problema al famoso físico y matemático, quien pasó varias semanas sin hallar la clave, hasta que un baño de inmersión se la inspiró. Al meterse en la tina y ver que el agua rebasaba, pensó, ¿por qué no valerse de ese hecho para resolver el problema? O sea, medir el volumen que hacía desbordar la corona en un recipiente lleno de agua, después hacer lo mismo con un peso de oro igual al de la corona, y por fin, repetir la experiencia con plata. Si el volumen del oro y el de la corona coincidían, ésta era de oro puro. ¡Eureka, ¡eureka! – “ya lo tengo”- exclamaba el sabio por las calles, dejando la tina tal como se encontraba en ella. Sin ropa.

Hablar por boca de ganso

Cuando un ganso grita, todos los demás se pliegan al barullo; pero no es esa manía la que originó el dicho. Hace tiempo se daba también el nombre de “ganso” a la persona que se desempeñaba como ayo o preceptor. El calificativo zoológico que se endilgaba al maestro, nada tenía que ver con las gansadas que podía cometer; se debía a la pluma con que escribía y enseñaba a escribir. Era, como se estilaba entonces, una pluma de ganso. El buen alumno era el que repetía dócilmente lo que su ganso afirmaba. Con el tiempo, el sentido de la frase cambió ligeramente. “Hablar por boca de ganso” equivale a repetir algo de cuya constancia se carece. Quien así habla, suele hacerlo con pedantería, respaldándose en el conocimiento de algún otro. No verifica lo que ha oído, ni lo piensa, ni lo critica. Simplemente, habla. Y por boca de ganso.

Nos despedimos con nuestro original saludo. ¡Los esperamos en la próxima, aún tenemos más!

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