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Tantas cosas teníamos pendientes

Por Javier Petit de Meurville

Tenía que suceder. Todos lo advirtieron ya desde el inicio de la cuarentena. Tarde o temprano, las peluquerías iban a abrir.

No es que yo viva atormentado por una cabellera leonina. Los años se pusieron de acuerdo en disminuir la velocidad del crecimiento capilar y en aumentar mi intolerancia por el pelo largo. Es en esa conjunción que la pandemia me jugó en contra. Más de una vez miré con cariño la máquina de emparejar y pensé pasarla por toda la cabeza, desnudar la frente hasta la nuca y, sobre todo, los más molestos, esos mechones que caen por encima de la oreja y que quedan marcados por las patillas de los anteojos.

Nada de eso sucedió y un día las peluquerías, las barberías, las casas que arreglan uñas y otras cuyos servicios seguirán siendo incomprensibles o misteriosos para mí, abrieron sus persianas. Comprobé que mi preocupación por la estética era casi nula comparada con mi preocupación por la salud. Debo haber recorrido siete peluquerías en mi barrio, y cuatro más en barrios aledaños hasta dar con una que cumplía el doble protocolo de seguridad recomendado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: barbijo y máscara facial para uso del personal. La ventaja de esta peluquería era doble, pues debía caminar doce cuadras de ida y doce de vuelta. Caminar, no usar el ascensor en el edificio, hacer las clases de la YMCA, es decir, todo lo que ayudara a moverme también era parte de mi preocupación y ocupación por la salud.

Allí, en ese derrotero hacia la peluquería, advertí todas las cosas que fuimos aprendiendo durante esta pandemia.

  • Gracias al uso del barbijo obligatorio, podemos afeitarnos dos veces a la semana. Lunes y jueves resulta ideal. Verán cómo se extiende la vida útil de la crema de afeitar y del repuesto de la Gillette
  • Por el mismo motivo, la cotización del ajo y la cebolla subió en todas las bolsas del mundo. Este aderezo magnífico pero antisocial ha dejado de atentar contra el otro
  • Por el contrario, el lápiz labial cotiza en baja
  • El orden de los factores sí altera el producto. Cambiar de lugar el sofá del living desata una cascada de eventos desafortunados que pueden llegar hasta el lavadero.
  • A los presunchos, en las ferreterías de CABA, al menos, le dicen precintos
  • El newsletter de la YMCA está lleno de sorpresas para quien sabe encontrarlas. Luis Zamar hace subir a los chicos a una manta y arrastrarlos por el living, un juego que fascina los divierte y limpia el piso al mismo tiempo. José Selles-Martínez refiere las obras de arte inspiradas en pandemias a lo largo de la historia con lo que nos demuestra que son mucho más frecuentes de lo que hubiéramos imaginado, y que algo bueno sale de ellas, por mencionar algunos ejemplos. ¡La lista sigue!
  • Esos clavos con rosca, se llaman tornillos
  • En YouTube hay instructivos para todo, desde pelar una papa, hasta instalar una cámara de visión trasera en el auto. Llamarlos “instructivos” es de viejo analógico, se les dice “tutoriales” y a quienes los hacen, se les dice “youtuber”. No confundir con los “influencer” que vienen a ser aquellos que… se dedican a…, influenciarnos, creo.
  • En las ferreterías le dicen pintura para cielorrasos a la pintura que usamos para el rascacielos del baño o de cualquier otra parte de la casa
  • Los profes de la YMCA se divierten convirtiendo una mochila, un bidón, un palo de escoba o un paquete de libros, en un instrumento de tortura para nuestros músculos fatigados de sofá con Netflix
  • Pendorcho, cuchuflito, cosito y pittuto están en falta en el inventario de las ferreterías. Pero paciencia, en cualquier momento llegan.
  • Ayudar al otro, donar algo, ejercer el altruismo, aunque sea en mínimas dosis, llena el alma de una calidez similar a la de un abrazo, uno de esos fuertes abrazos con seres queridos que tanto extrañamos
  • Las tres cuartas partes del placard está lleno de ropa que no usamos.
  • Todos y cada uno de nuestros amigos son imprescindibles y la vida sin ellos no sería la misma
  • Esa especie de pelota de rugby de alambres y un mango sirve para batir los huevos, mezclar harina y otras series de menjunjes que, después de algunos intentos, hasta pueden convertirse en una torta, un budín o un flan
  • La biblioteca tiene un poder transformador: un libro que leímos hace diez años, hoy es distinto. Puede suceder también con un libro que leímos hace un mes
  • Una obra de Beckett o un texto de Cortázar son más ricas e interesantes que el “meme” que se hace en las redes sociales con una frase de una obra de Beckett o una frase de un texto de Cortázar
  • Si compramos solamente lo necesario para vivir, la economía del mundo podría colapsar
  • Por comprar lo necesario y con la economía a punto de colapsar, la naturaleza parece que rejuveneció unos años
  • Los ingenieros de la NASA tampoco lograron doblar la sábana de abajo, la que tiene elástico en las puntas.
  • Los médicos, los enfermeros, los investigadores, los científicos, los docentes, los que nos inspiran a movernos y cuidar nuestra vida con un sentido integral resultan más necesarios para el mundo que las carreras de fórmula uno o de moto GP

No sé cómo será tu lista, querido amigo, pero posiblemente tenga muchas coincidencias.

Y nos queda aún un territorio nuevo por descubrir. De esta emergencia, ¿cómo emergeremos? Seguramente, un poco distintos. Tal vez, un poco mejores.

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