La imposición de cuarentenas, el cierre de espacios públicos y medidas como el distanciamiento social son imprescindibles para atajar la pandemia del coronavirus pero, al mismo tiempo, un alimento para la epidemia de soledad que lleva años con nosotros.
Los humanos somos seres sociales, pero relacionarnos con nuestros semejantes cuerpo a cuerpo es justo lo que tenemos que evitar estos días para evitar la expansión del covid-19. Eso no impide que podamos comunicarnos online y, de hecho, lo estamos haciendo de todas las formas imaginables. “ On-nomi”, que significa beber online en japonés, es un ejemplo de ello: si no podemos brindar a la salud del amigo frente a frente, hagámoslo a través de una pantalla.
Atajar la recesión económica que puede originar la pandemia es una cosa, pero ¿y la recesión social? Con prácticamente todos los eventos deportivos, culturales, sociales y religiosos cancelados y un número creciente de personas optando por el teletrabajo, se reducen sustancialmente las posibilidades de propagación del virus. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC en EE.UU.) han recomendado a los ciudadanos de 60 o más años que eviten multitudes y los viajes que no sean esenciales, y que estén en casa todo el tiempo que sea posible.
Pero entre uno de los efectos colaterales más perniciosos de esta medida es cómo esto contribuirá a alimentar una epidemia de soledad que ya tiene mucho camino andado en este país de Norte América.
No es un efecto menor. Numerosos estudios, como este de la psicóloga Holt-Lunstad, han documentado que la soledad se relaciona con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas coronarias, infartos y de síntomas psicológicos. El aislamiento y la soledad son también problemas de salud. El colapso de las relaciones humanas, además, afecta más duramente a las poblaciones vulnerables: adultos mayores y personas con problemas previos de salud o discapacidad.
Ya antes de que estallase el brote del coronavirus, teníamos pruebas de las graves consecuencias del aislamiento social en adultos mayores. Un informe de la Academia Nacional de las Ciencias (ubicada en EE.UU.) señala que una cuarta parte de los adultos mayores se encuadran en la definición de personas socialmente aisladas, y el 43% se sienten solas. Por cierto que es importante señalar que puedes estar socialmente aislado sin sentirte solo, y puedes estar solo sin estar necesariamente aislado.
¿Qué es el distanciamiento social?
El distanciamiento social no es lo mismo que la auto-cuarentena o el aislamiento, las otras dos prácticas usadas para mantener a raya el virus. La cuarentena restringe el movimiento de las personas en una cierta zona. El distanciamiento social es una práctica diseñada para reducir el riesgo y hay un amplio abanico de posibilidades, desde el teletrabajo a la cancelación de eventos o reuniones o evitar los saludos tradicionales estrechándonos la mano o besándonos.
Es importante recordar que incluso si uno está joven y sano es importante mantener una distancia con los demás para limitar el impacto en las personas ancianas o vulnerables.
Distanciamiento social responde a la idea de que, durante una pandemia, mucha gente no puede estar en casa todo el tiempo. Más que aislarse completamente, toman distancia, lo mejor que puedes. En el supermercado, por ejemplo, o en un ascensor, o con las mil y una maneras de saludarse que están saliendo a la luz.
El aislamiento produce sufrimiento
“El aislamiento social se relaciona con incremento significativo del riesgo de morir prematuramente”, encontró el informe de la Academia Nacional de las Ciencias, incluido el doble de riesgo de desarrollar demencia, un incremento del 29% de enfermedades coronarias y un 25% de cáncer. Los investigadores también revisaron docenas de estudios y encontraron una relación consistente entre el aislamiento social y la depresión, ansiedad e ideas suicidas. Todo esto en una sociedad que ya está aquejada de una crisis de salud mental.
Los seres humanos se desarrollaron para sentirse más seguros en grupo, y por eso, experimentamos el aislamiento como un estado físico de emergencia“.
Eric Klinenberg, sociólogo de la Universidad de Nueva York que ha estudiado el impacto del aislamiento señala que “hemos entrado en una nueva fase de daño social. Va a producirse un nivel de sufrimiento social relacionado con el aislamiento y el costo del distanciamiento social que muy poca gente está discutiendo por el momento”.
Por otro lado, el coronavirus es doblemente amenazante: es simultáneamente terrorífico y aislante. Si no puedes asistir al club local, a tu iglesia, y el tiempo con la familia tampoco es recomendable, ¿qué te queda?...
¿Qué hacer? Algunas ideas
La imaginación al poder: un picnic o un paseo por la naturaleza son actividades seguras (si tienes la suerte de vivir cerca de la naturaleza).
El video chat es la mejor opción, porque el lenguaje corporal y las expresiones verbales son importantes para mantener la sensación de comunidad. Y algo positivo del mundo global es que existen mil y una herramientas que facilitan el contacto y son gratuitas y fáciles de utilizar, como el extendidísimo Whatsapp, que también tiene la opción de mantener conversaciones por video y en grupo.
Este puede ser un buen momento para reconectar con antiguos compañeros, amigos a los que hace años perdimos la pista o familiares con los que no hay mucho trato, e interesarse por su salud y bienestar.
Ya se están produciendo iniciativas muy conmovedoras de solidaridad, como vecinos que se prestan a cuidar de los niños o hacer la compra a los mayores. En algunos barrios de Italia, país que lleva varias semanas en cuarentena, los niños colgaron sus manualidades y dibujos de los balcones para dar una chispa de color a las calles vacías.
Por supuesto, siempre nos quedará Netflix y las docenas de servicios de streaming. Y el sentido del humor que tan bien nos hace a nuestra salud.
Perspectiva y pequeñas metas
Además, es recomendable mantener cierta perspectiva sobre la situación. Una calma que permite que evitemos pensamientos catastrofistas, evidenciando la situación pasajera y coyuntural que estamos viviendo. Por supuesto, seguir las recomendaciones sanitarias y entender que llegan por nuestro bien, es también vital.
Establecer un plan diario de actividades, fijando una rutina con metas sencillas asegura que las horas pasen también con mayor facilidad. De igual manera, es también importante no dejar de lado hábitos saludables: higiene, dieta, actividad física… Y, como decíamos antes por supuesto, aprovechar las ventajas que ofrece la tecnología para mantener un contacto social necesario, ya sea mediante vía telefónica o por videoconferencia.
Colectivos señalados
Resulta también esencial prestar atención a grupos como los niños, quienes deben ser informados de manera adaptada a su edad. Es necesario comprender que no sirve de nada mantenerles al margen u ocultarles lo que ocurre.
Los pacientes con depresión o enfermedad mental son también un colectivo sobre el que proyectar atención. Mantener el cumplimiento del tratamiento, así como el contacto y la comunicación con su entorno familiar y amigos es muy importante. Además, ante situación de agravamiento este también este contacto ha de producirse también con los recursos sanitarios y sociales a disposición.
Por último, y no por ello menos importante, la tercera edad también debe luchar contra los efectos de la cuarentena en su salud mental. Usar la soledad en beneficio para aprovechar y realizar ejercicios de relajación o meditación es una buena pauta en este caso. Asimismo, el uso medios de comunicación para combatir el distanciamiento social y realizar actividades (físicas o no) son algunas recomendaciones de cara a amenizar la situación actual.