Por Nancy Di Perna
El tiempo, en términos objetivos, es sin duda un recurso diario que vivimos con igualdad. Todos tenemos 24 horas al día. Ahora, el valor del tiempo, es la construcción subjetiva con la que decidimos de forma individual, vivir cada día de nuestras vidas. La posibilidad de decidir qué hacer, con quien compartimos nuestro tiempo, son las decisiones que pueden hacer la diferencia en la calidad de vida.
En el contexto actual, “en tiempo de pandemia”, el valor del tiempo es una variable que se pone en tensión de forma continua. Estando a nuestro alcance planificar para que incida de forma positiva en la construcción de momentos placenteros y nos conecten con nuestras emociones positivamente. En caso contrario, puede existir listas interminables de tareas pendientes por hacer, que nos hacen sentir abrumados, sintiendo que las horas se escurren entre las manos como arena. Para revertir esa sensación, vamos a compartir una regla que puede facilitarnos la panificación de la agenda diaria siempre teniendo presente a cada miembro de la familia, porque como decía el poeta y filósofo Henry Thoreau: “Estar ocupado no es suficiente….la cuestión es en qué estamos ocupados”. De ahí, la regla del 888: consiste en dividir las 24 horas el día en: 8 horas para dormir+ 8 horas para estudiar o trabajar + 8 horas de hábitos y esparcimiento. Estas últimas 8 horas son las claves para utilizarlas a nuestro favor, compartiendo con los seres queridos de forma presencial o virtual, hobbies, lecturas, juegos, tareas domésticas, hábitos de higiene y uso de tecnología. El secreto está en aprender a planificar de forma estratégicas esas 8 horas para alejar la sensación que perdemos el tiempo. Está en cada persona y la planificación en familia si se gasta o si se invierte el tiempo en actividades, acciones y personas que nutran nuestras vidas.
Continuamos en aislamiento social preventivo y obligatorio en nuestros hogares y juntos en familia. En un contexto, que nos da una maravillosa oportunidad para construir hábitos de organización del tiempo de forma saludable, seleccionando la manera en la que empleamos nuestro tiempo y asegurándonos de compartir tiempo de calidad. Por eso, la propuesta práctica de esta semana es que se animen a experimentar en la construcción de un reloj de arena casero, con materiales que puedes encontrar y reutilizar que se encuentran en casa. De esta forma, se pueden medir cortos lapsos de tiempo y al mismo tiempo pasar un rato agradable en familia.
Reloj de arena
¿Qué es? Un reloj de arena consiste en un recipiente transparente, dividido en dos partes simétricas con forma similar a dos copas unidas por el centro a través de un pequeño orificio. El recipiente contiene arena, hasta aproximadamente tres cuartas partes de su capacidad.
¿Para qué sirve? Se utiliza para calcular o controlar el tiempo de un acontecimiento específico, para cuantificar una medida de tiempo generalmente corta. Se establece de acuerdo a cuánto tiempo tarda en vaciarse el contenido de arena de la copa superior a la inferior por efecto simple de la gravedad. Pudiéndose reiniciar al dar vuelta el reloj nuevamente.
¿Cómo se hace?
Si la actividad se realiza con niños o niñas muy pequeños, que aún la noción del tiempo está en construcción, se puede hacer un reloj con un fin más decorativo sin la exactitud del tiempo que mida, entonces, se puede simplemente llenar la botella, aproximadamente tres cuartas partes de su capacidad.
La construcción del reloj de arena en familia además de ser una herramienta educativa, que nos permita reflexionar sobre estos temas con los más chicos, sobre el empleo del tiempo con sabiduría, para acercarnos a una vida más plena con un equilibrio armónico. También, nos da un objeto que cobre significado al momento de compartir los juegos de mesa, al momento de inficionar un té, lavarnos correctamente las manos, para tomar recreos entre las clases virtuales… ¿Qué otros usos se les ocurre?